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jueves, 25 de junio de 2009

DADIRADILOS, una ciudad sin color

Este cuento lo escribí a fines del año 1996, para participar en el I Concurso Nacional de Cuentos Infantiles organizado por la Sunat. Esta fue la primera vez que participaba en un concurso de esta magnitud, y la verdad, era el segundo cuento que escribía en mi vida -el primero es el que está publicado en este blog y que lleva por título Ruta Inconclusa, y lo hice en cumplimiento de un trabajo de redacción, dejado en mi época estudiantil universitario de pregrado en la Cantuta-. Con Dadiradilos ocupé el segundo lugar. Me alegré, aunque, como cualquiera, hubiera querido ocupar el primer lugar; aún así, quiero mucho a este cuento porque fue producto de un arranque de inspiración que no duró más de tres horas. Lo escribí a mano y con un lápiz desgastado, y casi sin punta, en papeles reciclados que tenía a la mano cerca a mi cama, porque aún no me levantaba. Nunca pensé ocupar ningún puesto meritorio, es que ya me había olvidado de esta participación. Resulta que la relación de ganadores fue publicado en el Comercio al año siguiente en los primeros meses, resultados que me sorprendió gratamente.
Dadiradilos narra la historia de un pueblo en blanco y negro, sin color. Refiere que en un inicio lucía colorido como cualquier otro pueblo, sin embargo ante la indolencia y desinterés de sus habitantes por el trabajo comunitario y el bien común, poco a poco, se fue destiñendo. Los que más sufrían por esta decoloración fueron los niños, quienes preocupados por este grave problema decidieron, en una asamblea infantil, darle color a su pueblo. Al día siguiente, después de una nutrida lluvia, vieron surgir el arco iris y corrieron a él con todo tipo de recipientes para conseguir el color anhelado. Fue inútil. Aunque sus progenitores, al ver el esfuerzo de sus niños, cambiaron de actitud y optaron por emular a sus hijos. El sólo hecho de mostrarse una actitud de enmienda en los adultos se produjo el milagro: el pueblo empezaba a recuperar su paisaje cromático. El secreto estaba en que todos debían de trabajar unidos permanentemente para el bien del pueblo, pero ¿quién se ocuparía de sus quehaceres particulares? porque no podían descuidarlos por mucho tiempo. La solución estaba en elegir a sus autoridades y como el mantenimiento y preservación del pueblo tiene un costo, entonces se requería de un presupuesto pecuniario por lo que se crearon los impuestos, que simbolizaban el aporte del trabajo que correspondía a cada ciudadano no como obligación sino como deber solidario. Y como el pueblo ya había recuperado color creyeron por conveniente cambiar -como su actitud inicial- el nombre, ya no sería DADIRADILOS sino, al invertir las letras, SOLIDARIDAD.
El cuento completo suma un total de nueve páginas con suficiente descripción topográfica, retratos, etopeyas y una que otra metáfora y comparación. El lenguaje utilizado es para el nivel primario. Se suponía que iba a ser publicado en una antología por la Sunat. Desconozco las razones por los que aún no se ha llevado a cabo. No obstante, queda como tarea pendiente para el suscrito presentarlo en este blog muy pronto.
Edgar Videla Flores